Mística de Pro Ecclesia Sancta

La mística de Pro Ecclesia Sancta es un llamado a la santidad activa, una vocación que une la gracia divina con el compromiso humano. Inspirada en el amor por la Iglesia y la búsqueda constante de la perfección cristiana, esta mística resuena en quienes desean vivir una fe profunda y transformadora. En este artículo exploraremos su significado, sus fundamentos y su impacto en la vida cristiana.

La mística de Pro Ecclesia Sancta se basa en la profunda convicción de que todo cristiano ha nacido para la santidad. Esta idea no es un simple concepto teológico, sino una verdad que debe ser vivida y asumida con determinación. La vocación a la santidad implica una respuesta activa, en la que la oración, la mortificación y el amor universal desempeñan un papel fundamental.

Fundamentos de la Mística

Llamado a la Santidad: La mística de Pro Ecclesia Sancta nos recuerda que Dios ha elegido a cada persona para alcanzar la santidad. Este llamado es una invitación a la comunión con Dios, basada en la fe y en la gracia divina.

Colaboración Activa: Dios no obra sin la cooperación del ser humano. La vocación a la santidad requiere esfuerzo, dedicación y sacrificio, comprometiendo la voluntad propia en el camino de la perfección.

Oración y Mortificación: La oración constante y la mortificación son pilares esenciales. A través de la oración, el alma se fortalece y se une a Dios; mediante la mortificación, el espíritu se purifica y se desapega de lo mundano.

Amor Universal: La verdadera mística cristiana se vive en el amor incondicional por la familia de Dios. Un amor que se traduce en servicio, entrega y evangelización.

Será la plena vivencia de esta doble idea penetrada,
sentida y amada:
Yo he nacido para la santidad de la vida.
Para ella me escogió el Padre;
me la compró con su sangre el Hijo;
se comprometió a realizarla conmigo el Espíritu Santo.
Pero esta vocación necesita
como obrero resuelto, incansable y tenaz hasta el fin,
mi misma voluntad y mi colaboración asidua.
Por voluntad de Dios, ni Dios puede sin mí, ni yo sin Dios.
Y esta unidad de trabajo se concreta en estas tres realidades:
oración y mucha oración, mortificación y mucha mortificación, y
un amor universal para la familia de Dios.
Nacido para esta vocación,
conocida esta vocación, y puesto en marcha este ideal;
he de sentirme nuevo cada día.
Este ideal ha de brillar como el sol en el Oriente,
al amanecer de cada día.
Mi sol es mi ideal.
Y en los días de niebla, y en los días de tormenta,
seré yo como el jornalero que sale a ganarse el pan,
aunque el sol no alumbre, aunque azoten los vientos,
aunque llueva a cántaros.
El sol saldrá después, vendrá el mediodía.
Para estas horas de oscuridad está la luz del Espíritu Santo.
Tal vez no la veré, ni sentiré,
pero estoy seguro que su luz me iluminará.
Tendré que hacer de la necesidad virtud,
tendré que jugármelo todo por mi ideal,
tendré que mirarme a mí y al mundo todo
MÍSTICA DE PRO ECCLESIA SANCTA
a través de esta luz.
Y así, iluminado, a un mismo tiempo
he de pelear cada día por mi ideal,
y porque ese ideal fulgure en cada uno de mis hermanos,
nacidos como yo para participar de la santidad de Dios.
Santo y conquistador de santos,
por la oración, por el ejemplo, por la acción.
El santo mientras se hace no se puede mirar a sí solo.
Su santidad será simultáneamente semilla de santos,
grano que fecundará El mismo que fecundó la suya.
Voy por el mundo con un ideal,
que Dios ha encendido en mi alma:
ideal que nace de Dios y ha de mirar a Dios;
ideal que ha de influir en la santificación del mundo;
ideal que ha de tener a mí por
paupérrimo y omnipotente protagonista;
porque soy pecador y porque me apoyo en Dios.
Ésta es la mística del Movimiento:
sentirse llamado por Dios para esta vocación;
sentirse necesario para esta vocación;
sentirse provisto con todo para su realización;
sentirse un fracasado si no la realizó:
Traidor a Dios que lo escogió;
Traidor a sí propio que defraudó su patrimonio;
Traidor a la Iglesia que le arrebató un santo.
¡No lo quiera Dios!
Más bien, esta última estrofa debe acabar así:
Feliz yo a quien Dios escogió;
Feliz yo que conservé mi patrimonio;
Feliz yo que di a la Iglesia un santo.
“Porque a tu casa, Señor, conviene la santidad
en el curso de los tiempos” (Sal 92,5).
Amén, amén.
queremos ser de los tuyos, los tuyos de veras.
Los que no retrocedan,
los que no se desalienten,
los que no conozcan las medias tintas
ni las posturas ambiguas.
Los que lo den todo, antes que traicionarte.
Por eso te rogamos que nos enseñes,
que nos formes,
que nos venzas y nos enciendas en santa violencia
y en afanes de conquista.
Haznos apóstoles de tu Reino,
luchadores de tu Santa Iglesia,
para recorrer el mundo siempre a tu servicio.
Con la sola ilusión de que Tú reines,
de que Tú seas más amado,
de que Tú seas más conocido.
Nuestra Señora de los valientes.
Nuestra Señora de los humildes,
encarna de nuevo a Cristo en nuestra pobre vida.
Amén, amén.

Bibliografía

La mística de Pro Ecclesia Sancta ha inspirado a muchos en su camino hacia la santidad. Su mensaje resuena en aquellos que buscan vivir una fe auténtica y profunda. Para más información sobre su espiritualidad, se pueden consultar textos y documentos de la Iglesia relacionados con la santidad y la misión cristiana.

Escrita por el Padre Pablo Menor.

Aquí tenéis nuestros productos disponibles. ¡Os invitamos a echarles un vistazo y descubrir todo lo que tenemos para ofrecer! 😊✨