Oración del Joven Santo

La juventud es una etapa llena de desafíos y oportunidades. En el camino de la santidad, los jóvenes necesitan fuerza, valentía y una profunda relación con Dios. La “Oración del Joven Santo” es una súplica para recibir las gracias necesarias para vivir en pureza, verdad y amor a Cristo.

En este artículo, exploraremos la importancia de la santidad en la juventud, algunos ejemplos de jóvenes santos y la oración poderosa que ayuda a fortalecer la fe en este camino.

En la historia de la Iglesia, muchos jóvenes han sido ejemplos de virtud y amor a Dios. San Luis Gonzaga, Santa María Goretti, San Domingo Savio y el Beato Carlo Acutis son ejemplos de vidas entregadas a la fe desde temprana edad.

Estos santos vivieron en diferentes épocas y circunstancias, pero todos compartieron un amor profundo por Dios, una vida de oración y el deseo de vivir en santidad.

Razones de su Santidad

Vida de Oración: La oración constante les ayudó a mantenerse firmes en su fe.

Pureza y sacrificio: Muchos de estos santos vivieron con un fuerte compromiso con la pureza y la entrega a Dios.

Entrega al servicio: Ayudaron a sus comunidades y vivieron en el amor a los demás.

Oh Señor, dame lo que se necesita para ser un joven Santo… Dame el valor para hacer lo que me es difícil; valor para rechazar el pecado; valor para no darme por vencido. Dame una mente limpia y un lenguaje limpio; ojos limpios y manos limpias. Hazme amar la pureza y reconocer que ella me trae felicidad. Hazme apreciar que en la pureza todas las cosas buenas crecen. Dame el don de la verdad, para no herir a mi prójimo. Enséñame a controlar mi carácter y mi lengua, para que ellos no se vuelvan instrumentos de crueldad.

Yo sé que soy alguien, Señor; pero nunca dejes que olvide que los otros son alguien también. Dame fuerza de espíritu para vencer la lástima hacia mí mismo. Si estoy solo, guíame para entender que si quiero ser querido debo darme a querer; que no voy a tener amigos verdaderos hasta que yo los merezca.

Dame madurez para obedecer alegremente. Aparta de mi personalidad un espíritu rebelde. Enséñame a aceptar órdenes para que algún día yo sepa darlas razonablemente. Dame el celo y el empuje necesarios para dominar la pereza. Nunca dejes que sienta que yo puedo ser servido sin servir; o que deba recibir sin dar yo a otros. Instruye mi corazón en el amor por el trabajo, para que pueda conocer la alegría del descanso.

Dame la paz interior que viene al saber que nunca llevaré a alguien al pecado. Por tu gracia no dejes que nadie que me acompañase sea por ello rebajado. Deja que todos los que me quieren aprendan a quererte a Ti más. Dame finalmente, la vivacidad, la alegría y la gracia necesarias para que Tú encuentres en mí un templo que te agrade como María te agradó a Ti. Amén, amén.

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